miércoles, 17 de octubre de 2012

Kaside

Señoría colonial derrochada al caminar
Sacada de los vestidos encarnados en carmesí,
Mirada imperiosa y oscura de inminente altivez.

Llevas las ilusiones destrozadas arrastrando en tus pies,
En tus manos llevas la gracia de las lagrimas de los ángeles,
goteando lentamente en tu estival carrera.

Encastillada sonrisa, graciosa risa, de ensordecente esplendor,
Pueril piel, formas de pintiparada hermosura.
Vuelve tu mirada hacia el tributario y completa tu libertad.

viernes, 12 de octubre de 2012

El Vestido Rojo

Que noche fue aquella, realmente no recuerdo si fue real o no, solo recuerdo que rayaba muy delicadamente entre lo extremadamente irracional y lo extremadamente probable. Sonaba Macorina en la voz de la difunta Chamana, con esa voz tan apasionada ronca y profunda, pero con ese sentimiento desbordado que te atrapa y no te deja ir... La noche transcurría lentamente, cada segundo se sentía como un lento goteo y parecían escucharse, el sonido era como un taladro en los oídos que se iba extinguiendo lentamente al cabo de un rato cuando se terminaba por ignorarlo.
Salí al balcón, pues estaba haciendo mucho calor, vi una mujer que llevaba un vestido rojo sangre, brillante, caminaba tan lentamente que parecía deslizarse en el piso, el vestido le cubría los tobillos por lo que aumentaba el misterio de su lento andar, se detuvo enfrente de mí, volteo, y me miro fijamente, me incomodé y entre de nuevo a mi casa, después de un rato volví a salir y vi de nuevo a la mujer, pero había algo raro, parecía que lo que vi unos minutos atrás se repetía, como un deja vu, la mujer se detuvo de nuevo exactamente enfrente de mí y me miro directamente a los ojos, volví a entrar a la casa.
La noche era clara, la luna llena brillaba en lo alto del firmamento y no había una sola nube, se podrían ver las estrellas muy claramente si no fuera por las luces de la ciudad. Unas horas después escuché que tocaban a la puerta, me estremecía pues era alrededor de media noche, con precaución me acerque a la puerta la abrí... para mi sorpresa no era nadie, cerré la puerta y regresé al balcón. Seguía la música sonando, yo estaba en una especie de trance, cómo si el tiempo no transcurriera, estaba perdido en mis pensamientos, ignorando todo a mi alrededor, de repente escuché unos pasos que venían desde abajo, con la mirada busqué el origen de aquel sonido, era aquella mujer vestida de rojo de nuevo, parecía deslizarse lentamente por el suelo, la diferencia era que se estaba alejando poco a poco dándome la espalda, suspiré hondamente, pues en ese momento pensé que no la volvería a ver, me senté y me perdí de nuevo en mis pensamientos.
Pasaron algo parecido a dos horas, que parecieron segundos en mi meditación, en cada segundo que transcurría me sumía más y más en ese viaje que parecía interminable cuando escuché un estruendo en la cocina, fui corriendo para ver que ocurría, llegando a la entrada disminuí el paso y asomé la cabeza un poco por la puerta, lo que vi era un gato que estaba tratando de comer unas sobras de comida que dejé encima de la estufa y las había desparramado por toda la cocina, dejé eso tal y como estaba y regresé al balcón, me quedé meditando alrededor de otra hora en ese lugar cuando decidí que era tiempo de dormir, me levanté y dirigí hacia mi recamara.
Al entrar en mi recamara sentí un fuerte golpe en la nuca, caí al suelo a punto de desmayarme, rodé poniéndome boca arriba y con la vista un poco borrosa alcancé a distinguir la figura de una mujer con un vestido rojo, con una piel blanca cómo el papel, tenía los dedos negros engangrenados y por todo el cuello tenía ampollas de el tamaño de un huevo, se lanzo encima de mí buscando mis labios con los suyos, no pude hacer nada para resistirme, cuando por fin los encontró unas de sus ampollas explotaron soltando un fluido viscoso por toda mi cara y cuello, cuando recobré el sentido por completo me di cuenta de que no podía moverme en lo absoluto, ella seguía besándome apasionadamente, en unos segundos después me percaté de que me poseería lo quisiera o no.
Desperté tirado en la cama, completamente desnudo y con un líquido viscoso por todo el cuerpo, dolorido y me volví a dormir profundamente, desperté por la tarde sólo para preguntarme si todo aquello realmente había pasado.